Al nacer no somos conscientes de nuestro cuerpo. Nos falta la parte consciente del ‘Yo’, aunque nacemos ‘personas’. Sin embargo, en ese periodo de dependencia y de vulnerabilidad, el aspecto más sensitivo y el del desarrollo están muy agudizados. El cuerpo cambia muchísimo en los primeros años de vida comparativamente con la edad adulta. La capacidad sensitiva y perceptiva del bebé es enorme. Poco a poco se va adueñando de cada gesto, de cada palabra, creando un mayor contacto con la manera en que se expresa el cuerpo.
En el ámbito de la osteopatía pediátrica he sido testigo del fascinante mundo de los bebés y de los niños en estas etapas iniciales de exploración de sí mismos y de lo que les rodea. Cómo comienzan a abrir y a explorar estos canales que les conectan con ellos mismos y con el mundo.
Debo admitir que han sido y siguen siendo unos maestros magistrales. Todo ello me ha llevado a observar la dificultad que tenemos los adultos para seguir manteniendo esas capacidades conectivas.
En todos estos años he podido compartir sesiones con muchas personas adultas constatando la dificultad que tienen de sentir el cuerpo en profundidad. Es cierto que nadie quiere sentir sensaciones molestas y dolorosas voluntariamente. Pero todos sabemos que forman parte del proceso del vivir. En nosotros está la capacidad de cómo las atendemos y respondemos ante ellas.
El Mapa de Vida es una herramienta para profundizar en la necesidad que se quiere atender. Reúne las diferentes etapas del desarrollo que conforman nuestro ser, abordando esta exploración desde una edad adulta.
A través de lo que se va sintiendo a lo largo de la sesión poder descubrir aspectos hasta entonces no conscientes y que están afectando nuestra vida. Es un tiempo y un espacio que la persona se dedica a sí misma. Un tiempo de parar y escuchar lo que la necesidad intenta expresar a través del cuerpo.
En el Mapa de Vida mi labor más que ‘hacer o reparar algo’ es la de acompañar a la persona hacia la capacidad de conectar y de escuchar su propio cuerpo, es decir, acompañar su cuerpo en ese ‘viaje interior’ de reorganización y liberación. Uno de los principios básicos de la osteopatía y de la vida. Para ello debemos recuperar aquellas cualidades que nos acompañaron en la niñez: la facultad de sentirnos, sumándole el aspecto consciente que nos brinda la edad adulta.
Con el Mapa de Vida he podido observar durante las sesiones procesos de una intimidad y profundidad que no había experimentado nunca. Para ello, la persona ha de sentir un impulso fuerte y claro de querer profundizar en sí misma. Ese acompañamiento reúne todo lo aprendido en estos 30 años, desde que inicié la andadura de búsqueda e investigación, intentando comprender lo que subyace en la necesidad de cada ser humano. Todo ello al servicio de la persona que se sumerge en el ‘viaje’ del Mapa de Vida.
Gracias a la comprensión de lo que se descubre tras la necesidad, capa a capa será posible ir ofreciendo al organismo posibilidades de recuperar el movimiento y la vida en ese lugar de su cuerpo donde de alguna manera se bloqueó y quedó limitado.
Cada día el cuerpo nos brinda una nueva oportunidad de ser escuchado, conocido y entendido.
Un poquito más cada día…